[Forja 4. Revista de arte y ciencia – 19/5/75]
En arte, lo importante no es la narración pictórica, sino el cuadro en sí, con todos los valores plásticos. Sin embargo, cuando analizamos temas y tendencias, encontramos que hay pintores que responden a determinadas corrientes, que tienen un común denominador, que se diferencian de otros.
En Costa Rica es fácil diferenciar del contexto general del panorama de la plástica, a una trilogía de pintores de «lo costarricense». Son ellos Fausto Pacheco con sus acuarelas y óleos, Francisco Amigheti con sus grabados y acuarelas y Teodorico Quirós. Sus paletas significan un tríptico representativo de nuestro color, de nuestro modo de ser, de nuestro paisaje.
¿Qué nos diría sobre esa corriente de pintores de lo costarricense y sobre sus fuentes de inspiración?
Hay gente que ha trabajado el ambiente nacional tanto como Fausto, o Manuel de la Cruz y los otros que tantas veces mencionamos, y su labor no se conoce. Recuerdo, a manera de ejemplo, a Consuelo Sobrado. Ella pinta la Costa Rica de la bajura, la Costa Rica seca de Guanacaste en verano y también la Costa Rica verde.
(Don Quico calla y recuerda. Y siempre que recuerda sonríe).
Nunca formamos un grupo con carácter de «escuela pictórica».
Coincidimos en el tiempo, eso fue todo. Una vez formamos el «Círculo de amigos del arte». Luisa González era la anfitriona. Jugábamos ajedrez, en aquél entonces eso no se consideraba muy bohemio y durante horas departíamos pintores, hombres de letras, escultores. Recuerdo que llegaba Adolfo Sáenz, tallista, Carlos Salazar Herrera, el de los Cuentos de Angustias… Manuel de la Cruz González, también Marín Cañas, Rogelio Sotela, Fausto Pacheco, Emilia Prieto -siempre a la vanguardia, con sus obras cubistas, Max Jiménez, un poco prepotente y conflictivo, Paco Zúñiga, que luego se marchó a México, por esa época; Néstor Zeledón padre…

¿Qué pensaban ustedes de don Enrique Echandi y de Tomás Povedano?
Eran los pintores consagrados, claro. Pero a veces los juzgábamos con la sorna propia de la juventud, pues propulsábamos una renovación de los conceptos estéticos. Lolita Zeller de Peralta, retratista, y Carmen Madrigal de Genette, eran por entonces alumnas de don Tomás, se iniciaban en la pintura.
Una pregunta fuera de lugar: ¿Por qué pinta lo que pinta?
¡No sé…! Porque me gusta. ¡Porque se me ocurre! Lo que sí puedo decirle es que por el año 40 yo establecí el modo, el estilo y el tema Costa Rica con todos sus matices. Beto Cañas dijo una vez: «Quico es como el Aquileo de la pintura costarricense». Pero e por qué no podría precisarlo. La pintura nace como respuesta a una necesidad, espontáneamente, como la música.
Don Quico, recordamos una exposición retrospectiva que usted ofreció a mediados de la década del 60. En ella se recogían varios motivos arquitectónicos europeos de Venecia, Londres, también algunos rascacielos newyorquinos… Luego, en el 69 usted expuso en el Museo Nacional una serie de paisajes costarricenses. Vimos allí las Ruinas de Ujarrás, el Valle de Orosi, los altos eucaliptos imponentes que descansan en algún lugar del Valle del Guarco… Y ahora, don Quico, nos da estos azules nuevos, llenos de atmósfera viva y más que nunca con vida en el color…
…Pues es verdad. Esto que ahora hago me gusta más. Me sale así. Los azules se me fueron infiltrando hasta ser en algunos cuadros lo principal. Esos azules con un poquito de morado unos, con un toque de esmeralda otros, azules casi verdosos. Para hacer estos cuadros no he ido muy lejos. Desde aquí cerquita puedo ver La Carpintera y la he pintado muchas veces. Hace poco cambié la Carpintera por las montañas del sur. Nunca antes las había pintado.
¿No es cierto que con la madurez ha venido una mayor libertad en la línea, mayor vibración?
Yo no diría una línea liberada, sino un libertarse de la línea. Y sobre esa línea domina el color, aunque conservando una composición y respondiendo al balance interior de esas masas cromáticas.

Dentro de lo costarricense, ¿qué temas prefiere?
Pongo relieve en el paisaje. Paisaje natural y detalle arquitectónico, pues este último da escala y es un magnífico elemento de composición.
¿En cuanto a la técnica?
Trabajo al pincel con empaste grueso o ligero, indistintamente. Personalmente pienso que la espátula limita y la uso sólo cuando es necesario. En cuanto al tamaño de los cuadros, de un mínimo de 30 cm. en adelante. No me gusta trabajar la miniatura.
(De nuevo recorremos, con paso corto y ojos admirados, diferentes estancias de la casa de Teodorico Quirós viendo sus últimos cuadros. Acá el Museo, en ocres y un cielo azul mediodía. Y allá, por el antecomedor, ramalazos de libertad en un árbol -roble-sabana-cortez, amarillo oro; un rincón sombreado de una finca cercana que se llama Poás, «Pero no tiene que ver nada con el volcán» -aclara don Quico con ademán expresivo. Y de nuevo el azul de las montañas del Sur, y una iglesita cercana, y otras montañas y otros cielos… azules).
Don Quico, si usted nos dijo que la época que más le satisfacía es ésta, la de los azules con [toques] de morado y esmeralda, ¿por qué dice que la del 69 es la mejor?
Bueno… Tiene razón. Aquella es la mejor. Porque ésta, ¡ésta es la «mejorísima»!
Ilustraciones.
- [Marina en ocres con cielo azul de don Teodorico Quirós]
«Los valores geométricos y los tonos de ocres y amarillos de esta marina de T. Quirós, contrastan ampliamente con la nueva concepción cromática del pintor.»
- [Don Teodorico Quirós a la derecha de una obra suya, que muestra dos árboles altos delante de una peña en un llano]
- [Don Teodorico Quirós a la derecha de un paisaje de su autoría, con un un árbol y otra vegetaciión en primer plano, y montañas al fondo]
- [Don Teodorico Quirós con Diego Rivera]
«Teodorico Quirós expone en Ciudad de México en el año 45. A la inauguración de esa muestra individual asistió el muralista mexicano Diego Rivera, quien elogió ampliamente las obras del pintor costarricense».