César Rengifo, dramaturgo, pintor y poeta, es una de las figuras fundamentales de la creación venezolana. Profundamente comprometido con su pueblo, el artista refleja en cada una de las manifestaciones de su arte el amor por el hombre, el respeto por sus luchas cotidianas y el conocimiento científico de la historia de su país. Entre otros reconocimientos hechos a su vasta labor en el campo de la cultura, recientemente el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral, (CELCIT), le otorgó el premio Ollantay «al hombre de teatro con una profunda visión de la realidad latinoamericana, maestro de la dramaturgia regional y cuyo desempeño en tareas de apoyo, dirección y docencia, convierten su quehacer en una trayectoria señera».
El artista nos recibe con un carboncillo en la mano, y nos invita a su estudio. Casi podemos sentir en la piel los tonos ocres de «El vendaval amarillo», una de sus obras pertenecientes a la llamada «Trilogía del petróleo». Muchos de los personajes de sus obras teatrales están plasmados en la tela. César Rengifo prepara una importante exposición plástica para este año. Mientras el artista nos localiza algunas de las últimas publicaciones sobre su obra, podemos indagar en el rostro oculto de sus figuras de espalda, y alargamos nuestro anhelo con el de esas otras que tratan de alcanzar un sol rojo o el cielo, o no sabemos qué, con manos extendidas que casi parecen salirse de la tela.

Son muchas las preguntas que desearíamos formularle a este creador integral. Pero hoy hablaremos, particularmente, con César Rengifo teatrero, como él da en llamarse.
– A veces me encuentro mucho mejor trabajando en el teatro que en la pintura. Sobre todo cuando siento la necesidad de una expresión épica. Yo hubiera querido dedicarme plenamente al arte público, al arte exterior, al muralismo que puede ser compartido por el hombre de la calle. Sin embargo, apenas pude trabajar cuatro murales. He tenido que contraerme al arte de caballete, que considero limitante, y que no satisface plenamente mi necesidad de proyección pues constituye, esperamos que transitoriamente, un arte para minorías.
¿Qué tienen en común -le preguntamos- los actores de sus cuadros con los retratos que son los personajes de sus obras teatrales?
– Parten de una misma realidad. La realidad que me circunda. La realidad venezolana primero, y la realidad latinoamericana. Esa raíz étnica, esa raíz social y telúrica, une a los personajes de mis pinturas con los de las obras de teatro.
Mientras Rengifo nos muestra algunos de sus cuadros de otras épocas y nos cuenta cómo desea localizar y recobrar muchos de esos trabajos, hoy en galerías o en manos de coleccionistas privados, a nosotros nos cuesta alejar la mirada de un cuadro con un tronco ardiente en primer plano, y con tres figuras pequeñas, de piel oscura y coloreados hatillos al hombro, a la vez que recordamos:
«¡Fuego! ¡Fuego! ¡Ya esto arde también! ¡Huyamos!»
Los personajes están ahí, en esa tela, que aunque pintura de caballete, supera, con su potencial de evocaciones, los límites de su propio espacio. Rengifo con templa uno de los cuadros con un hombre que parece huir tras sus propias manos.
¿Qué es lo que buscan esas manos?
– La mano del hombre es tan expresiva como el lenguaje. Cuando yo dirigía teatro, les indicaba repetidamente a los actores que la «gestualidad» no es la movilidad únicamente, sino el acento de la movilidad. Y la esencia de esa movilidad el hombre la da con todo su cuerpo, pero fundamentalmente con las manos y con su rostro.
Pienso, si me permite una opinión, que las figuras de sus cuadros son poéticamente nostálgicas. Pero los personajes de sus obras de teatro, suelen ser de una cotidiana ironía. Usted entonces, enfrenta el teatro desde una perspectiva diferente a la de su creación plástica.
– Yo no soy realista social, como me han calificado. Haciendo la salvedad de que todo arte, sin excepciones, es social, porque va de lo social a lo social. Mi pintura se apoya en la realidad pero constituye una transferencia poética de una realidad. Mis personajes, que usted llama nostálgicos, trascienden una espiritualidad, proyectan el sueño del artista transferido a su obra. Yo me acerco a la realidad no con el ojo fotográfico, sino con el ojo humano, con el ojo social y con el ojo dialéctico. Hay que penetrar la realidad y extraer su esencia y retornarla estéticamente. El espectador recibirá entonces, por medio de lo formal estético, la conmoción sensible necesaria para después captar y mirar a profundidad una realidad, y actuar sobre ella. Eso lo busco en la pintura y en el teatro. Al decir de Brecht, se trata de cambiar en mundo. En el muralismo yo hubiera podido proyectar toda esa fuerza. Pero en la pintura de caballete, no sé qué tendencia melancólica, o qué sustancia constitutiva de mi ser, me inclina hacia este acento nostálgico. Pero es una melancolía activa. Una melancolía que rechaza un presente, que busca otros ámbitos. Me han preguntado muchas veces por qué mis personajes van de espaldas en muchos de mis cuadros. Y es que van de espaldas a un presente, a una realidad que rechazan pero van de frente hacia algo luminoso, vn de frente hacia la búsqueda de otras estancias. De hecho, hay una gran diferencia en cuanto a proposiciones y perspectivas entre mi pintura y el teatro. Pero la motivación es la misma.
César Rengifo ha dirigido en varias oportunidades sus propias obras. Nos gustaría saber, y se lo preguntamos, qué características buscaba en los actores.
– Sobre todo que fueran espontáneamente verdaderos. Que expresaran la verdad del personaje, entendiendo que el personaje no es un ser estereotipado, sino un ser vivo, sujeto a una realidad, o al menos, a la circunstancia dramática de una realidad. Hay que tomar en cuenta también que el actor es una artista creador y no un autómata. Responde a una concepción general del director, pero dentro de esa concepción, debe aportar su creatividad. Puede no surgir la esperada armonía, incluso que haya desarmonía entre las propuestas de unos y otros. Pero es de ese proceso tan complejo, con la concurrencia de criterios provenientes de diferentes perspectivas, que va a nacer un resultado completo, redondo, enriquecido no por una idea, por un empeño, sino por un conjunto de esfuerzos y sensibilidades. Cuando ese conjunto de sensibilidades concurren en una ideología, una concepción orientada hacia un fin común, entonces la obra de arte adquirirá una unidad extraordinaria.
Sin embargo, comentamos, cuando el autor y el director son una misma persona, esto significa ventajas y desventajas -¿Cómo se vive ese paso de lo literario a lo animado? De alguna manera el autor está inmerso en la obra. ¿Qué pasa con las posibilidades de análisis?
– Señalaría dos circunstancias: una positiva y otra negativa. Creo que la obra se enriquece menos cuando el autor mismo la dirige.
Lo que pasa a la escena es la concepción autor-director, es decir, de una sola persona, con la colaboración, claro está, de todo un equipo que participa. Cuando la dirige otra persona ajena a la creación textual, entonces la obra se enriquece, porque otro pensamiento, otra sensibilidad, otro artista creador, da sus aportes. En cuanto al paso de la literatura a lo animado, el mismo autor-director obtiene sorpresas. El texto, que no había pasado de ser algo seco, rígido -no literariamente, sino en sentido material- adquiere en escena toda toda la sustancia de la acción. Se le van descubriendo entonces valores y defectos susceptibles de ser trabajados y corregidos. Por eso siempre he creído en la importancia de que una obra se publique después de montada, no antes. La obra debe publicarse cuando se hayan constatado y corregido en escena las deficiencias del texto literario en contraposición con el hecho teatral. El teatro es un oficio sumamente complejo, rico y enriquecedor. Dialéctico.
El autor, sobre la escena, va aprendiendo y perfeccionando su propio oficio. De cara a la realidad, va haciendo y rehaciendo.
La polémica en cuanto a la utilidad social del teatro está vigente, así como el análisis del acceso al teatro por parte del público, un público de heterogéneas posibilidades. Rengifo comenta:
– En nuestros países, donde hay un alto índice de analfabetismo, el teatro es enseñanza directa. El público escucha, comprende y asimila. Sólo necesita tener vista y oído. Por eso el teatro está más al alcance de las masas que cualquier otra manifestación artística. En cuanto al problema del acceso, realmente la cultura dominante se está adueñando del teatro. El teatro cerrado, con divisiones de precio y de ubicación para el espectador, no es el que queremos. Debe promoverse un teatro popular, masivo, que desborde el limitado objetivo del divertimiento. Un teatro que demuestre realidades y que invite a la reflexión y a la acción. Nos ofrecen con demasiada frecuencia un teatro que en apariencia divierte y que en verdad está cargado de un alto potencial ideológico destructivo, pues acondiciona el gusto de un público que posteriormente rechazará cualquier teatro concientizador. Un público que obviará la realidad y optará por el camino hedonista de la alienación.
¿Por qué se dice que el teatro venezolano está pasando por una época transitoria, de asentamiento? ¿Qué cree usted que pasa con el teatro venezolano si se lo confronta con otras épocas?
– No se ha hecho un estudio coherente, orgánico, del teatro venezolano. Sin embargo, sobran las especulaciones. Y muchas de las afirmaciones de algunos que se llaman tratadistas de teatro, son producto de una mentalidad colonial. No se puede afirmar, como lo han hecho, que el teatro aquí nace con la llegada de algunas gentes y la apertura de algunas escuelas. Nuestro teatro tiene un origen enraizado incluso en la época precolombina, prehispánica, y a partir de ahí, el teatro camina de la mano con la historia. De todas maneras, en el presente, debemos aceptar que nuestra realidad teatral responde también a una realidad venezolana, una realidad caótica, una realidad incoherente, una realidad de país dependiente, incidencias que se registran en nuestro teatro.
Ese análisis orgánico del teatro venezolano inmerso en una realidad concreta, falta por hacerse. ¿Qué expresa Chaibaud en su teatro, Chocrón, Cabrujas, Rengifo? ¿De qué realidades nos hablan? ¿Qué expresa Santana? ¿A qué corrientes y a qué fuerzas responden? Es fundamental el análisis científico para llegar a un diagnóstico y conocimiento concreto de nuestra dramaturgia.
Una opinión de Rengifo sobre el papel de la dramaturgia latinoamericana, nos parece ineludible.
– Creo que el teatro latinoamericano, actualmente está vigorizando y renovando la escena universal. Pudiera parecer pedante esta afirmación, pero creo que América Latina está aportando nueva sangre a la escena, que la está oxigenando. Pienso que el teatro latinoamericano ha de constituirse en soporte del teatro contemporáneo. Es un teatro el nuestro cargado de vitalidad y de proposiciones trascendentes. Desde diferentes latitudes América Latina está aportando obras estéticamente válidas y a la vez ejemplarizares de la vitalidad renovadora de nuestro continente.
Giramos brevemente la página temática e inquirimos: ¿Y la poesía? La poesía es la verdadera estancia de mi intimidad. Hace tiempo que no publico. Pero escribo poesía todos los días.
Y después de escucharles sus poemas a los colores, sus evocaciones sobre el Popol Vuh y las décimas al Quijote, le pedimos a Rengifo deje abierta la puerta de su casa para incursionar nuevamente en los pocos transitados horizontes de su cotidiana poesía.
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Ilustraciones:
1) [Primera página: Autorretrato de C. Rengifo]
«Autorretrato», óleo del venezolano César Rengifo.
2) [Segunda página: detalle del autorretrato en pág. anterior]