Poesía, Editorial EUNED, 2020, Costa Rica
Prólogo de Marjorie Ross.
Colorista de la palabra
Transitar por esta muestra antológica de la poesía de Mariamalia Sotela es asomarse a un mundo singular, pintado por alguien que no ha perdido la sabiduría originaria del asombro. Tampoco la mirada delicada y transparente con la que aprendió a ver desde la infancia. Mirada que, con intuitiva sabiduría, ha logrado conservar con el mismo brillo, a través de un largo tránsito por bosques polícromos y montañas oscuras, en los que va “siempre adivinando insectos escondidos bajo la yerba de los días”.
Desde Ciudad de Cáñamo (1974), pasando por Memoria del desencuentro (1981) hasta Piel inconforme (2014) y A bordo de mí misma (2018-19), sorprende la consistente identidad de su voz poética, que se presenta sin amarras, en total libertad, en un diálogo depurado con ella misma o con sus otros.
Desdoblamiento y empatía
La poesía de Mariamalia es una lección sobre cómo entrar y salir del dolor sin perder la translucidez “del tiempo del rocío”; cómo entrar y salir del amor y el desamor, sin hundirse en la hiel ni en el extravío de añosos rencores.
Hay un perpetuo desdoblarse, una mirada desde afuera, auto contemplativa, pero esta antología no es solo un viaje interior. También hay un trayecto de y para los otros.
En “Ancestral” se acerca a los pobladores originarios y dice: Regálame tus abalorios y tus labios/ cambiemos de traje, de historia/ y de amuletos/ por un tiempo”. En “A mi amigo el de la carretera” muestra respetuosa empatía: No conoce otro oficio que el de sonreír/ quizás de niño chapeaba zacatales/ o recogía frutas de los árboles/ o enceraba vetustas casonas de madera”. Esa misma empatía se manifiesta cuando busca la esencia de María la conserje, más allá de su oficio, porque “decir María, solamente, es abrir un nombre como una flor”.
Hay entrega y extroversión en los poemas a sus hijos y a Wolle Bissinger, donde vuelca su ser poético dedicada a descifrarlos, a regalarnos su esencia como ella la presiente, con una permanente sonrisa que nos hace desear haberlos conocido.
La pluma y el pincel
Como Mariamalia tiene dos dones maravillosos, el de la pluma y el del pincel, en los entresijos del poema van quedando cuadros iluminados que permiten a quien la lee desplazarse con gran facilidad entre las líneas, recreando desde los referentes propios esas acuarelas poéticas que nos regala la autora.
De principio a fin, esta antología es un canto en el que las palabras nos hablan en lenguaje sinéstesico, ya que la poeta no ceja en su empeño de “convertir al sol en jade”, al par que es una Penélope que espera mientras teje mariposas.
Así, nos dice (o, más bien, pinta para nosotros): Es un beso pequeño/ Parece un trocito/ de niebla y de labio…/; recojo mis pedazos/ como si fuesen cuentas de colores…/ Me corono de palabras…/ “¡Debo estar toda pintada de azul por dentro!”. Hasta sus abrazos son “de colores distintos”.
También pasa su mirada por las ciudades, como la Barcelona del año 1954, parras de espuma/ sobre el tambor dolido/ de alfileres. Moscú en 1977—donde los tomates y pepinos equivalen a un milagro; La Habana— en la que el sol rojo se derrite en el agua; y las lágrimas —termómetro de emociones— son coleccionables y con ellas anhela la poeta los tonos irisados del arcoiris: “Quiero que mis lágrimas/ cambien de color según el motivo/ y que se puedan guardar./ Quiero bañarme/ en ellas/pintarme con ellas, tornasolear”. La poeta acuarelista se mimetiza en su obra.
¡Ay de la piel!
Pero si hay una permanencia constante en estos poemas es la de la piel. Los del 2015 se titulan Piel inconforme, pero la piel está en Abordajes cuando se menciona y hasta cuando no.
Para Mariamalia, la piel posee la magia ancestral con la que “podemos cubrir el cuerpo y hacerla transparente”. Y hasta sus amadas montañas son “como piel de animal”. Pero es mucho más compleja la presencia de la piel en el conjunto: este es un poemario con piel, desde la piel y los cambios existenciales se miden como cambios de piel.
El amor se define también desde la piel: “Todos esos abrazos de colores distintos:/ los de amar –consuelo– sostén de penas/ los que no se confiesan/ los que nos estremecen y convierten la piel/ toda/ en un beso grande, la piel,/ así de grande el beso: la piel toda”. Y amarse es llegar hasta la piel del otro: “Si mi mano se atrevió en tu piel/ y no le tuvo miedo a la tormenta..”.
Es cierto que cuando la poeta lo desea, puede mostrar su piel de helecho, pero en el poema Tiempo vacío avisa: “arrancaré mi piel que conociste y te la devolveré…/ Te la devolveré con tu presente y con todo mi tiempo ya vacío…/ Mi piel en hoja/ palma de mano de árbol/ te la devuelvo”.
La ruptura en el amor consiste en eso: en entregar la piel, deshacerse de la piel, aquella que ya no es la piel de la poeta. “Deberé arrancar mi piel, pero de veras,/ y remontarme el esqueleto desde abajo/ por cada uno de mis huesos/ y olerme poco a poco/ y escuchar mi soledad/ y sostenerme”. Aunque, antes, la poeta deberá tratar de asomarse “por los ojos, desde afuera,/ y ver mi pulpa/ y mi semilla, más allá de esta piel empecinada/ en conciliarme’.
Después vendrá la urgencia del abrazo, la búsqueda de nuevo: “Es sólo amor envolviéndome como una piel. Sólo eso. Así de sencillo es el abrazo que yo busco”. La “piel nueva, como lágrima, aceite, ungüento fiel que lava y limpia…Digo, la piel, digo, el abrazo/ digo, el tacto, la piel nueva”.
“¡Nadie puede vivir sin su piel!” , afirma la poeta. Luego le surgen las dudas: “Piel ya no tengo. Pero tengo poros para cantarle y ríos como un sollozo inmenso o un llanto inundando de risas la piel nueva para mí. Y más tarde: “Ya no sé si soy piel o si soy fruta…”.
Hay un verso que nos queda rondando al cerrar Abordajes. Testifica la vocación de “caracola/ empecinada/ con vocación/ de vuelo” en la poesía de Mariamalia Sotela y es toda una propuesta de vida: “Después de la disección, el amor gana”.
Les recomiendo leer esta antología de la obra poética de Mariamalia Sotela, con el corazón abierto.
Selección
A bordo de mí misma
“Y sobre la playa de mi cuerpo
el hombre nacido de mar se ha tendido.
Que refresque su rostro en la fuente misma,
bajo las arenas, y se regocije sobre mí era…”
SAINT-JOHN PERSE
Canción de hojas
Mi canción no es de palabras
es de hojas.
Recógela, ponle verde a tu vida
y haz un árbol de tu calendario.
Capricho urbano
Hay un árbol
en el cuarto piso
que mira hacia el cielo
y hacia abajo
y no padece vértigo
alguno.
Un árbol
que baila
despacio
en un solo tronco
sin temor a caer.
Estaciones
De mis manos crecieron hojas.
Detenida en el límite del musgo
fui guijarro en el fondo de una poza limpia.
Una noche las estrellas se sentaron
y cantaron un eco de preguntas que aún resuenan.
Luego, la arcilla
que aprisiona el susurro de lo íntimo.
Historias de trigal, maíz y olivo.
Dudas petrifican mis manos
ámbar los pies sobre la estancia
y un solo anillo entero la esperanza.
De hoja a estrella
a barro
a piedra
antes de decidirme.
Orión arriba
Es cierto que el tiempo a veces cabe en una mano.
Orión arriba, como una ventana
apenas insinuada y nosotros
en una noche de leña y de boca
de fuego desanudamos y de nuevo
tejimos todos los días olvidados
Fue cálida tu leña y también tu soledad
de camino, de tronco sin huerta ni vereda.
Agria madera
te di un poco de mi savia casi seca.
No te di ninguna fruta
Pues no llevaba mi cesta.
Incontenible
Vacía
y sin orillas ni labios
la lengua
desbordada del silencio.
Sirena
Hoy prefiero una ola
que mi sábana.
Hoy el mar parece
una gran mesa servida.
El mar: mi casa.
Telares
Te espero
Tejo
mariposas
desde entonces
Tiempo vacío
Recogeré los pocitos de niebla
que la mañana olvidó en la orilla
de la carretera.
Le robaré a la telaraña
una gota de agua de luz
para mi sed.
Estaré entera
con la piel que conociste.
Mi piel en hoja
te la devuelvo
esta noche en que el río
se hizo un nudo con su cauce.
Soltaré el lazo de agua de río por la mañana.
Sé que se desbordará
y eligirá la tierra que lo ha de beber.
Vuelo inusual
Del rosal,
como pétalo definitivo,
se desprendió
una tangara del verano.
Pincelada
escarlata
sobre el cielo.
¡El reloj no tuvo tiempo
de atrapar el milagro!
Verdades
A mi hijo Fernando
Yo no sé si será cierto que
detrás de esas hojas
haya duendes o al menos
una salamandra
con memoria.
Y si los árboles
guardan lo de hace mucho
en su tronco viejo
y en cada raíz.
O si las lechuzas
que vi hoy en el bambú
serán tan sabias.
O si una piedra
podrá tener corazón
y hasta llorar la historia
del bosque que fue una vez
y callarlo todo.
Y si los dedos de la mano de Dios
se mueven
en la semilla
en la flor y en el vientre
para modelar el futuro.
No sé si el agua
guardará el idioma de los pájaros
y el cielo el de los peces.
Y no sé si bajo las hojas secas
junto a la rana roja
vive ese duende que come
tréboles pequeños
y ciruelas azules
que un pájaro
deja caer desde su vuelo bajo.
No sé si tus historias son ciertas, o
fantasías ganadas a pulso con el sueño despierto
trofeos empollados en un sombrero negro
trofeos nacidos de los ojos del agua
de la catarata del centro, la total
trofeos que se descuelgan
de las trenzas de la amada.
Trofeos nacidos de una mano abierta
amatista
amatista
amatista
Acuerdo
El mar
mi amado
me espera.
No me des
un abrazo
poderoso.
Lo quiero a mi medida
Recoge tus olas
mientras llego.
Encajes y alfileres
(Barcelona, 1954)
Recuerdo
cómo entrelazar
encaje de bolillo.
Música de madera
como pequeña marimba
desarmada.
Los bolillos corretean
sobre olas diminutas
del hilo blanco.
Parras de espuma
sobre el tambor
dolido de alfileres.
Organzas y tules
lenguaje y encajes.
Mares al fin
creciendo en mi alma.
A la espera
Caracola
empecinada
con vocación
de vuelo
Tus puertos
¿Será que puedo
subir por tus mástiles
o por la cabecera de tu cama
y asomarme
a tus puertos
desde el borde de las sábanas
o desde el borde de la espuma
sin que la vigilia reclame?
Camino de puntillas
sobre la arena macerada de tu piel
crecida de caricias.
Ahogo mis preguntas
para que no despiertes.
¿Cómo se entiende
un segundo de ayer que alcan
hasta hoy?
Un segundo intacto como
una gota de lluvia entera.
Así vos y yo
con nuestra gota de lluvia
antigua
entre las manos
esperando.
Alerta
El ojo se alarga
como una daga
como una flecha
como una vela tensa
El ojo escudriña el silencio
el eco vacío
la brisa detenida.
Mientras
la piel se extiende
sobre la mesa se regala
al banquete inédito
a la celebración
de soledad y silencio.
Cada poro canta
no canta
grita
no grita
se ahoga
no se ahoga
se vuelve caricia
en la memoria
voluble y frágil.
Cada poro
se vuelve caricia
como agua escurridiza.
Cada poro
me ausenta.
Cada poro
me vacía
Cada poro
grita vértigo
tenso el deseo
inalcanzable
la rotunda ausencia.
¡Que no me toquen!
No vaya yo a recordar
que estoy
viva.
Travesía
Me asomo sigilosa
y descubro tu tez chocolate
macerada por el tiempo.
Recuerdo tu voz y tu risa
y te llego cerca
de puerto a puerto
cuando en la piel se guardan
tus gestos caballeros
tus temores dignos
y tu gentileza intacta.
Cercana la voz y los cuidados
como una bandada de pájaros
las manos despidieron al olvido.
En un caballo de paso
cabalgando el mar
cabalgando recuerdos y despojos
cabalgando ausencias
cabalgando anhelos y texturas
de pétalos y frutos
llegas y te espero con certeza
porque es genuina la piel
y resistente la ternura.
A qué me sabe tu nombre
(Barcelona, 1960)
Tu nombre me sabe
a esquinas engalanadas
con fogatas.
A flores rojas
sin apellido
en duermevela.
A furtivos
chispazos de espejo
contra el sol.
A pubertades
bajo el agua
asombros bajo el cielo.
A ternura entretejida
con caricias
apenas bocetadas.
Tu nombre chocolate
Tu nombre ausencia
Tu nombre
sombra
dulce
sobre mi cuerpo.
Marea roja
El mar duerme.
Un par de olas
como párpados
acarician
la orilla de mis pies.
El mar duerme.
Un sol naranja
lo recorre
lo enciende
y no despierta.
El mar duerme.
Una brisa tibia
lo abraza
lo seduce
y no despierta.
El mar duerme.
La gaviota en su vuelo
se pregunta
qué canción de palmera
lo arrulló.
El mar duerme.
La cresta de las olas
detenidas
se aquieta
se contiene.
El mar duerme.
Un remolino se gesta
en los cristales de sal
y un grito magenta
se derrama.
El mar ondea
como una mantarraya
enorme
seductora dispuesta
a fecundar el mundo.
Se me perdió un poema
Cómo hacer que germine
un nomeolvides
era su nombre.
Pensé que se perdió.
No fue cierto.
Huyó.
El peso de llevar el amor
es insostenible
después
de la muerte o la locura.
Huyó.
No me pidas que te sostenga
el cielo
me dijo
cuando escapaba
con todos sus celestes
y casi con mis pinceles
y mis lágrimas.
No me detengas.
No quiero germinar aquí y ahora.
Pensaste conjugarme
y conjurarme en cielo
y en flor diminuta.
Pero no son tus manos
ni tu tierra
ni tus aguas de mujer
que van a retenerne.
Buscaste esquinas
para la ecuación de los azules
Fases de la luna y zonas horarias
nido ideal para la semilla retenida.
No. No germino aquí
sobre la muerte
o la locura.
Tu mano es pequeña para mi
Tu loza y tu sementera
no me cobijan.
La muerte
la locura
nos sentamos
a la derecha del sol
Mis azules
—nomeolvides trascendido—
alimentan
el color del cielo
y no a la inversa
como creías.
Muerte y locura
paseamos nuestro señorío
sobre el mar sobre cielos
de sima a cimas y a nieves.
Lluvia de malvas
hortensia santalucías
cobaltos y ultramarinos tenues
llegará de puntillas
—nomeolvides al fin—
hasta cobijar las entrañas
y los ojos
saturar
las manos y el abrazo.
Locura y muerte danzarán
en azul de cordura
cordel de atar amor
Amor de nomeolvides.
Amor de un poema
que huyó
porque no quiso
sostener la muerte
o la locura
antes de tiempo.
A bordo de mí misma
Me bordo de mares
me corono de olvidos
me bordo en recuerdos
desbordo al olvido.
A bordo de mi misma
me desbordo
llorando al vacío
un mar de pétalos.
“Estrechos son los bajeles”:
que me contengan los mares.
“Estrechos son los bajeles”:
que me contengan las olas.
“Estrechos son los bajeles”:
que me derrame en la espuma.