Fragmentos del prólogo del poeta
Alfonso Chase para el poemario Piel inconforme.
Poesía natural y concreta. Al igual que sus acuarelas u óleos, que buscan contener un mensaje que acaba extendiéndose de ella hacia los otros, saltando todo de esa Caja de Pandora convertido para siempre en un extraño corazón de letras. Poesía madura. Largamente meditada en su soledad y en el convivio con los tropismos naturales, que se hacen materia de su poesía, que ella contempla siempre con ojos asombrados, expectantes. Hay algo de posible representación en este libro. Una especie de monólogo de la creadora consigo misma, pero también con las fuerzas del desarraigo convertidas en espuma. Un poco de musgo para permitir una caricia, una verdad diluyéndose hacia la indagación del por qué escribo, tan natural que parece ser nada más que la piel de otra piel, esa mano de ágata, tornasoleando, para rescatar el abismo. (…)
La poesía es vista como ofrenda, de allí que tiene un extraño ritual, personal siempre, colectivo algunas veces, no para redimir instantes perdidos, sino para afirmar un proceso de madurez que se percibe con la edad, con los sucesos, con las pérdidas y recuperaciones, no solo para convertirla en escritora madura, sino en ser humano más completo. Lo banal, lo aleatorio, la semillita que descubre ella, y disfrutamos nosotros, en ese sentido de lo lúdico como elemento fundamental para comprender qué tipo de poeta es Mariamalia Sotela, qué parte del girasol completo, para así dispersarlo en luz y semillas, lágrimas frescas, o lo que la escritora quiera, en esa profunda expresión de significados, que se quedan temblando como espuma. Hay una libérrima eclosión de los sentimientos, de las metáforas, de la construcción misma del poema, librándolo de apretadas nomenclaturas convencionales, en esa inconformidad que se define en el título y se percibe en el desarrollo de libro en general y de las tres partes en particular. Es la transformación del puma en gato, o viceversa. Un espacio de magia que ocurre en el libro de las transformaciones, hecho en tono de interrogación y respondido en palabras definitivas. Fui uno de los primeros lectores que reconoció en este libro su sed de emblemas singulares.
Si tuviera que escribirte un poema de amor…
Si tuviera que escribirte
un poema de amor,
tendría que ser de pan
harina, arena y agua
color de lluvia y catarata
color de cielo sin celaje,
hermoso únicamente por ser cielo.
Poema como una margarita
deshojada, terminando en sí
a pesar del no.
Como balcón de mariposas.
Alas, no pétalos.
Sin raíz. Sin escollos.
Sin resabios al momento del despegue.
El poema, amor, no sería exclusivo.
Tanto amor reencontrado, repetido,
tanto amor añorado,
tanto amor sin marco sostenido.
Tanto amor amado, latente, en vivo, amordazado…
Tanto amor con tanto y con tan poco y menos…
Mucho más que amor, amar el desamor
Mar, des – a – mar…
Mar y mar
¡Amor marinado en el olvido…!
Dato para un álbum
Te fuiste menos felino
que aquel día
cuando te acariciabas caminando
y te descubrí gato, por ancestro
familiar
viejo en amores.
Te fuiste menos felino,
viejo puma.
Proeza
Estoy sosteniendo el alma
para que no se salga
por los ojos
delante de la gente.
Estoy sosteniendo
mi esqueleto
para que no se caiga
mientras aprendo la proeza
de vivir sin vértigo.
Estoy tratando de asomarme
por los ojos, desde afuera,
y ver mi pulpa
y mi semilla,
más allá de esta piel empecinada
en conciliarme.
Ya no sé si soy
piel o si soy fruta.
Nunca supe
qué sabor tienen mi raíces
de tanto desgarrarlas.
Quisiera ser melón
y coco y guaba.
guanábana quisiera
y no mujer
sin pulpa y
sin semilla
de tanto resembrarme en el olvido.
Deberé arrancar mi piel,
pero de veras,
y remontarme el esqueleto desde abajo
por cada uno de mis huesos
y olerme poco a poco
y escuchar mi soledad
y sostenerme.
Luego,
si es posible, no cantar
nunca más una mentira.
Y entonces
salir
y comenzar.
¡Perdón, bosque…!
No sé cómo empezar a confesarte los secretos
de los hombres y mujeres que vamos poco a poco
robando tu casa.
Cómo echamos a suertes
la caída del nido del carpintero y
apenas alcanzamos a decirle al perezoso…
-¡Corre por tu vida…! ¡Quizás sea la última vez!
Y cómo a la morfo le pedimos perdón
por quitarle la sombra inasible de sus alas
mágica estela azul que nos regala para siempre en los ojos
tan para siempre, que le arrancamos el vuelo
y aún nos queda…
Y cómo no alertamos a la bromelia, osada, allá arriba,
asomando su flor como una lanza
a punto de defensa
a punto de caer para siempre a corazón abierto.
Árboles padre: no lloren por sus hijos.
Estrechen, ramas, sus brazos vegetales
cadena interminable para sostener la vida
terminada por la cadena de una motosierra con permiso.
¡Pónganle sordina, que no la oigamos!
¡Pónganle sordina cuando caiga el árbol, cuando vuele el ave
cuando llore lluvia sobre el árbol
bajado de su luz y de sus años!
Pónganle sordina para que la lluvia pueda cantar
un canto apenas musitado
para cada rama
para cada hoja
para cada tronco
según el tiempo de la lluvia de ese día.
Que el cielo no se abra en azul. Que se espere.
Que un pájaro estandarte
vuele a tiempo.
Que la bromelia
sostenga su agua milagrosamente
hacia arriba, a punto de beberse.
Que la beba el cielo toda
que la esconda en provisión de niebla
por si cortan más, por si vienen más
cadenas adiestradas
en volcar, en no sostener
en separar al pájaro del árbol
al nido de la vida
a la flor de la raíz
a la raíz de la tierra
a la tierra, de la tierra de verdad
mientras el Arbol Padre abraza, suma, calcula, encierra
lanza quelites y lianas para atrapar…
¡Ay, Dios! ¡Dale más ramas ese día…!